sábado, 26 de octubre de 2013

¿Qué tú dices?

Mientras en el VI Congreso de la Lengua el escritor colombiano William Ospina señalaba que “"los más cordiales enemigos de la lectura son la academia y la industria editorial" y el filólogo argentino José Luis Moure abordaba el tema de la autonomía de la lengua citando a Juan Bautista Alberdi –“Una lengua es una facultad inherente a la personalidad de cada nación, y no puede haber identidad de lenguas, porque Dios no se plagia en la creación de las naciones –, Guido Carelli Lynch, enviado del diario Clarín a Panamá, se ocupaba de investigar qué ocurre con el castellano en los Estados Unidos. La bajada de su artículo del día 22 de octubre pasado reza: “En EE. UU. hay 46,3 millones de hablantes de castellano. ¿Están elaborando una variedad propia del idioma?”

Te llamo pa’trás:
el español que están creando los “hispanounidenses”

“Lengua mojada, clandestina y subversiva”: las palabras de Sergio Ramírez para referirse al castellano que se habla en los Estados Unidos de la mano de los inmigrantes retumbaron fuerte en la inauguración del VI Congreso de la Lengua que se realiza hasta el miércoles en Panamá. La definición del escritor nicaragüense puede ser más precisa que los números, que cada tanto no dicen la verdad. Se repite sin pensar que en el país del Norte viven 50,5 millones de hispanohablantes, cifra que lo convierte en la nación con más hispanohablantes después de México, pero el dato no es del todo cierto, porque no todos los hispanos hablan español.

Según el último censo de los Estados Unidos, sólo 36,9 millones de los hispanos hablan el idioma de Cervantes, pero no tiene en cuenta a los 9,4 millones de inmigrantes ilegales latinoamericanos que estira la cifra hasta 46,3, lo que coloca a ese país en el tercer lugar, detrás de España. “Dada la baja tasa de natalidad en España será segundo, pero nunca superará a México”, pronostica Kim Potowski, profesora de Lingüística Hispánica de la Universidad de Illinois, Chicago.

Para esta especialista en la relación entre lengua e identidad, la imposibilidad de “alcanzar” a México radica en el “desplazamiento del español hacia el inglés”: muchos inmigrantes latinoamericanos dejan de hablar español para ser aceptados socialmente, para no ser diferentes, para pertenecer. “El español se mantiene como lengua muy viva por el flujo migratorio, pero el inglés de los hijos de los inmigrantes, que muchas veces nacen en Estados Unidos, supera a su español en tercer grado. Y los nietos de los que inmigraron muy pocas veces mantienen niveles productivos en español, aunque entienden”, señala Potowski. La falta de práctica y una fuerte presión hegemónica tienen la culpa. “La meta principal es que aprendan inglés”, agrega.

¿Pero qué clase de español hablan los hispanoudinenses? Potowski rechaza la idea del spanglish, porque es una forma de decirles a esas millones de personas que lo que hablan no es español, de frustrarlos y estigmatizarlos. “Si los puristas insisten demasiado acabarán perdiendo, porque un chico cuando se siente regañado deja de hablar el idioma”, explica.

El castellano, en contacto cotidiano con un vecino poderoso, cambia. Incorpora palabras del inglés como “voy a tomar un  break ”. O, a veces, una palabra toma nuevos significados como “he realizado”, usada para indicar que se ha comprendido, que viene del verbo to realize . Por último, a veces se traduce literalmente expresiones del inglés como “te llamo para atrás” ( I call you back ) o “correr para presidente” ( run for president ).

En esas formas híbridas no todos ven vitalidad. “Hay que estar muy alerta para no dejarse llevar por las sirénidas voces anglicadas, por no caer en burdas traducciones”, advierte Gerardo Piña-Rosales, andaluz y director de la Academia Norteamericana de la Lengua, la más joven de las 22 academias que participan del Congreso.

Todos los expertos coinciden en un punto: Estados Unidos es el verdadero laboratorio del español en el mundo. No por el contacto con el inglés, sino por las relaciones entre los expatriados de todos los países latinoamericanos. A pesar de que el 65 por ciento viene de México, no existe una norma de la lengua. “En Nueva York, los caribeños –que usan un 75 por ciento de las veces el pronombre antes del verbo (“yo como” en vez de simplemente “como”)– están bajando su uso, mientras los mexicanos (que los usan sólo un 30 por ciento), lo están aumentando.

Se van igualando, explica Francisco Moreno-Fernández, director del flamante Observatorio de la lengua en los Estados Unidos que el Instituto Cervantes acaba de inaugurar en Harvard. Para Potowski, es como un experimento de química: los dialectos se pueden desarrollar y afectar mutuamente. Los salvadoreños, que debilitan la ese al final y vosean, rodeados de mexicanos, abandonan sus modismos.

Mientras Moreno-Fernández cree que el español que se habla en Estados Unidos puede convertirse en una variedad dialectal más, la experta es tajante: “No hay un español estadounidense y nunca lo habrá”.


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